Yo veo a la Iglesia como a una anciana,
con gran cansancio y con muchos achaques,
aunque ya no tiene aquellos empaques,
como si fuera una gran soberana.
Aquello es de una época ya lejana,
cuando algunos jerarcas badulaques
se vestían casi con miriñaques
contra la simple costumbre cristiana.
Y tuvo que venir un jesuita
con un alma de humilde franciscano,
para urgir un estilo más cristiano
y buscar a la perdida ovejita.
El cristianismo de hoy es de perdón,
es de diálogo y es de comprensión.