El que perdona cuando aún su alma gime,
y cuando está inundado de aflicción,
sangrando la llaga en el corazón,
de todos sus pecados se redime.
Perdonar es una virtud sublime
con la que se domina la pasión,
y se le deja paso a la razón
aunque la llaga aún nos lastime.
Perdonar no es solo no recordar,
o mandar la ofensas al olvido
como si nada hubiese sucedido.
Es mucho más que eso, pues perdonar,
cuando el corazón está muy herido,
es una honda manera de amar.