Qué triste si no hay nadie que te quiera.
Qué triste si no hay nadie que te abrace,
y qué larga la noche se te hace
si no tienes compañero o compañera.
Y qué triste es estar siempre a la espera
de que un jefe tu tarea te trace,
o que, por el contrario, te rechace
o te desprecie de cualquier manera.
Qué triste resulta ser emigrante
y encontrarse frontera tras frontera,
y ser tratado como un maleante
simplemente porque tú eres de fuera.
Lector, si tienes un amor y un techo
considérate un hombre satisfecho.