Quería nacer y no le dejaron;
su estancia allí, ya estaba terminada,
pero entró una lanceta muy afilada
y en pocos minutos lo destrozaron.
Los miembros, uno a uno, los sacaron
e hicieron una inspección detallada
para ver bien si no estaba dañada
la víscera que les solicitaron.
Porque los aborteros indecentes,
como tienen conciencia de alimañas,
ganan buenos euros con las entrañas
de los pobres niñitos inocentes.
El aborto, además de criminal
es asqueroso negocio infernal.