El mal masón no sabe de qué va,
pero el buen masón, que se cree más listo,
le tiene odio especial a Jesucristo
y su crucifijo lo pisó ya.
El mal masón no sabe dónde está,
porque únicamente tiene previsto
que si le sucede algún imprevisto
su amada logia le protegerá.
El que la masonería sea secreta,
sin salir claramente a la palestra,
es algo que a todos nos inquieta,
y que en cierta manera nos demuestra
que, muy oculta, tiene alguna meta
que para la sociedad es siniestra.