Esperó diez horas. Murió en Urgencias,
pues no había médicos suficientes
para atender a tantos pacientes
que allí esperaba con sus dolencias.
Con las horas, morían las paciencias,
porque políticos indecentes
robaron los fondos pertinentes
y los usaron en sus conveniencias.
Sufren los ancianos solos sus males,
pues nadie oye sus lamentos y gritos;
quieren las madres ayuda y pañales
para criar a sus hijos chiquitos.
No hay dinero para los hospitales
pero sí lo hay para los chiringuitos.