Los cincuenta sinvergüenzas señores
de las tarjetas de Caja Madrid,
se conocían muy bien el ardid
para estafar a los ahorradores.
En aquella tropa del malhechores
todo el mundo se sentía feliz,
porque seguían una directriz
que les señalaban los directores.
Había profesores y banqueros
y eran simpáticos y conocidos,
los había de todos los partidos
y parecían ciudadanos enteros;
pero tenían almas de bandidos
y eran aprovechados y rateros.