Hace muchos años Vicente Blasco
hizo la novela Sangre y arena,
y ahora mismo, sin sangre, el juez Llarena
consiguió del “prusés” el desatasco.
Cinco o seis tipejos que ya dan asco,
fueron metidos, por fin, en la trena,
culminando su traidora faena
en un ridículo y tremendo fiasco.
A ver si otros jueces hacen lo mismo
y olvidan tanto estúpido buenismo.
Y a ver si tenemos gran suerte y vemos
que algún juez independiente y genuino
hace partícipes de igual destino
a todos los líderes de Podemos.