Ahora mis pies se arrastran por el suelo
pues un largo camino han recorrido,
mas mi cerebro es un faro encendido
que no está cubierto por ningún velo.
Ahora no me altero ni me desvelo
pero estoy muy lejos de estar dormido,
y no estoy en absoluto distraído
de lo que acontece por este suelo.
Ahora disfruto de un divino ocio,
tengo tiempo para reflexionar,
para hacer sonetos y meditar.
No me preocupo por ningún negocio,
y empleo mucho tiempo en conversar
con el gran Jesucristo, que es mi socio.