Ahora no se llaman ya ayuntamientos,
ahora son manadas de vividores,
y lo que quieren estos malhechores
es multiplicar sus emolumentos.
En subir sueldos, no son nada lentos,
y en cuanto se ven dueños y señores,
se imaginan ser ya merecedores
de salarios mucho más suculentos.
Esa es la razón de que a los diez días
de adueñarse del pobre municipio
comienza con entusiasmo el principio
del desvalijo de las alcaldías,
y el dinero de los vecinos vuela
en enchufes para la parentela.