Aunque alguno se escandalizará,
hay cachetes fruto del mal humor,
pero hay cachetes fruto del amor
que causan más dolor al que los da.
Nuestro buenismo equivocado está,
pues no sabe que a veces el dolor
posee un gran efecto educador
que años más tarde se agradecerá.
Cuando el castigo se hace con cariño
y no es el fruto de alguna pasión,
eso lo comprende muy bien el niño
en lo más hondo de su corazón.
Ni la feroz pedagogía de antes,
ni el buenismo que crea maleantes.