Salvador Freixedo

La alcaldesa del oso y el madroño,
rodeada de una tropa delincuente,
se porta como si fuera demente
y tiene al personal harto hasta el moño.

Rodeada de un ejército bisoño,
la señora ideó recientemente
un espectáculo muy indecente
que no tenía nada de gazmoño.

La doña tiene ideas muy pendejas,
le gustan colillas y ceniceros,
le agradan mucho los titiriteros,

pero ya tiene las neuronas viejas;
con el tráfico comete desafueros
y en mariscos, prefiere las almejas.

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