Despreciar a Dios es el gran pecado
que comete esta loca sociedad,
pues se atreve a la gran barbaridad
de tenerlo en un rincón olvidado.
Él es el que todo nos lo ha dado,
y por eso es una gran monstruosidad
que se cometa la increíble maldad
de tenerlo del todo arrinconado.
Levanta hacia Él tu mente cada día,
dale gracias por todo lo que tienes:
tu familia, tu salud y tus bienes.
Él es el que te da vida y te guía
y te espera con un ansia paterna
para darte felicidad eterna.