Salvador Freixedo

La chica amaba la televisión
y ante ella pasaba las horas mil,
y enseñando los hombros y el pernil,
fue a misa a recibir la comunión.

El buen cura le llamó la atención,
pues su escote no era nada monjil,
y la madre fue a la Guardia Civil
a denunciar tamaña humillación.

El cabo consultó los reglamentos
de cómo administrar los sacramentos,
pero en los reglamentos no halló nada

para encerrar al clérigo en la trena,
y aconsejó a la madre cabreada
vigilar más la tele de su nena.

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