En España tenemos un Senado
del que, si hace algo, no se sabe nada,
pues es apenas una charlotada
que pertenece a un tiempo del pasado.
En Roma era esencial para el Estado,
pero en España es una fantochada,
que se merece una gran carcajada,
y hace tiempo debería estar cerrado.
Son todos doscientos sesenta y seis,
mas llenando del todo sus curules,
muy rarísimamente los vereís
porque abundan entre ellos los gandules.
Sus decretos no tienen ningún peso,
pues tiene que aprobarlos el Congreso.