Salvador Freixedo

ERRORES Y VERDADES DEL CRISTIANISMO

Antes de nada quiero declararme cristiano. Puede que no lo sea de acuerdo a las normas que en la actualidad son las ortodoxas según las autoridades oficiales. Aunque a decir verdad, como el cristianismo está tristemente dividido en varias grandes ramas, esas normas tienen no pocas variantes. Pero hay que reconocer que en las creencias fundamentales hay bastante unanimidad.

Me declaro de entrada cristiano porque por las críticas que hago del cristianismo, se puede sacar la errónea conclusión de que yo soy un enemigo y de que estoy en contra de él. Estoy en contra de ciertos errores que con el paso de los años se han ido mezclando con sus verdades fundamentales y que en la actualidad muchos creen que son parte de ellas, cuando en verdad son sus grandes enemigos. Pero, por el contrario, pienso que el cristianismo, liberado de sus errores, contiene la única ideología que nos puede sacar de la loca carrera que la humanidad ha emprendido hacia el abismo.

Comenzaré por los grandes errores del cristianismo, que a mi manera de ver, son los causantes de que mucha gente lo mire con desconfianza y lo vea como un enemigo de la libertad de pensamiento y hasta de la felicidad, por las muchas prohibiciones y obligaciones que impone. Efectivamente la libertad de pensamiento tiene que existir, pero esta libertad se termina cuando se encuentra con la cruda realidad que no puede ser cambiada y que por mucho que quisiésemos que fuese de otra manera, es completamente incambiable. Ante un cuatro, como resultado de dos más dos, no hay libertad de pensamiento que valga.

Lo malo es que muchas personas quieren aplicar esta libertad de pensamiento a cosas que son como son y que no pueden ser cambiadas. Un solo ejemplo aplicado a esto que acabo de decir: La humanidad, y en general todo el reino animal, está claramente divido entre machos y hembras, y cuando el cristianismo insiste en la defensa de esta realidad y señala la anormalidad y el desorden que hay cuando no se tiene en cuenta o se la atropella –como cuando se quiere equiparar una pareja normal con una pareja homosexual,—entonces los progres levantan enseguida la voz acusando al cristianismo de opresor de la libertad de pensamiento. Lo que sucede entonces no es ningún atropello de la libertad de pensamiento sino un atropello contra la realidad, cometido por los que quieren convertir en normal lo que es anormal. Y, por supuesto, presuponiendo que hay que tener un absoluto respeto por la persona del homosexual.

Yo admito que el cristianismo en otras áreas ha sido culpable de oprimir las conciencias, pero no admito que se le pueda aplicar de una manera general y rotunda el sambenito de opresor de la conciencia, cuando en muchos aspectos, como enseguida veremos, ha sido más bien liberador de las cadenas tradicionales y filosóficas que aprisionaban la ideología de sociedades de tiempos pasados.

Pero entremos en materia y señalemos de una manera escueta, cuáles son los grandes errores del cristianismo.

Dividiremos tanto los errores como las virtudes en dos niveles: el nivel material y el nivel ideológico. En el primero señalaremos:

-Las guerras llevadas a cabo para defender o conquistar territorios, (incluso aquellas para conquistar Tierra Santa) y las habidas entre los propios cristianos. Todas ellas son un tremendo error y una radical traición contra las prédicas de Cristo.

-La violencia ejercita para imponer la fe; y de este enorme pecado el máximo exponente son las torturas de la Inquisición y las hogueras de los herejes,

-El boato en vestiduras, ceremonias y edificios que muy pronto adoptó la jerarquía.

-La prepotencia demostrada en muchas ocasiones y de muchas maneras por las autoridades eclesiásticas, rivalizando con los poderes públicos en imponer tributos y obligaciones.

-El tráfico y la venta de indulgencias, puestos jerárquicos, reliquias etc estableciendo con ello una especie de simonía institucionalizada.

En el nivel ideológico señalaremos:

-Una idea de un Dios atemorizador, demasiado exigente y muy poco Padre, heredada del judaísmo. Es cierto que los evangelios tratan de dulcificar esta idea, pero todavía conservan mucho de esta rigurosidad.

-La creencia en un infierno eterno y con fuego que es una auténtica blasfemia contra Dios.

-Creencias secundarias como el purgatorio, el limbo de los niños, el juicio final.

-La supresión de la idea de la reencarnación, sustituyéndola por la absurda de la de la resurrección “con los mismo cuerpos y almas”.

-El apoyarse en el innato instinto sexual para tener amedrentadas las conciencias. Sabiendo lo débil que es la naturaleza humana ante este instinto y atribuyéndole, por otro lado, una excesiva gravedad, lograba que la gente se sintiese constantemente pecadora

-Una excesiva intolerancia ante muchas actividades humanas neutras, normales e inocentes, dando la impresión de que se sospecha de que en todo aquello que produce felicidad, hay algo de ofensa a Dios.

En cuanto a las virtudes, podemos decir que si los pecados han sido grandes, las virtudes son mayores. Haremos con estas virtudes lo mismo que con los errores y las dividiremos en virtudes externas y visibles frente a las virtudes relacionadas con las ideas y las creencias.

La primera y más llamativa virtud externa son las miles o más bien millones de obras de caridad que a lo largo de más de dos mil años han llevado a cabo tantos buenos hijos humildes y anónimos de la Iglesia. En la actualidad, cristianos de todas las ramas repartidos por todo el mundo, tienen alrededor de diez mil centros en los que gratuitamente asisten a diario a cientos de miles de huérfanos, pobres, ancianos, enfermos, drogadictos, inmigrantes, mujeres maltratadas o abandonadas, alcohólicos, pacientes de enfermedades como la malaria, el sida o la lepra, y a toda suerte de marginados por la sociedad. Estos centros asistenciales son el contrapeso a la suntuosidad de edificios, ceremonias y ropajes de los que hablábamos anteriormente.

Otro gran favor externo que la Iglesia ha hecho a la sociedad lo largo de los siglos es el de la educación, a través de sus miles de centros de enseñanza, tanto a nivel primario como universitario. La Iglesia. a través de sus monasterios en la Edad Media, fue la que enseñó a leer a los europeos y posteriormente fue la que inició la fundación de universidades en prácticamente todas las naciones tanto de Europa como de América.

Esta educación pertenece en gran parte a los favores invisibles y espirituales que el cristianismo le ha hecho a la humanidad.

Hoy día se acusa al catolicismo de tener aherrojada a la mujer, al no permitirle acceder a puestos dentro de la jerarquía eclesiástica y en particular de mantener cerrada para ella la ordenación sacerdotal. Es cierto que este es un capítulo pendiente que supone una verdadera patata caliente para el buen papa Francisco, con el que tarde o temprano tendrá que enfrentarse.

Pero acusar al cristianismo en general de opresor de la mujer, es cometer una tremenda injusticia o dar muestra de una gran ignorancia o mala voluntad, porque la verdad es completamente contraria. El cristianismo ha sido el gran liberador de la mujer, si comparamos el papel que esta desempeñaba en las culturas de la antigüedad, (en las que era siempre considerada como un ser inferior y posesión de algún hombre, que podía hacer con ella lo que quisiese), con la manera con que fue tratada en el cristianismo.

Es cierto que el cristianismo conservó restos de esta mentalidad, pero desde un principio, basado en las palabras de Cristo, la rescató de esta teórica esclavitud e inferioridad y le reconoció la misma dignidad que el varón. Creo que el mayor bien que el cristianismo le ha hecho a la humanidad es el haber acabado con la idea de que entre los hombres hay castas, y de que unos son superiores a otros, y por lo tanto tienen derecho sobre sus vidas. La idea de Jesucristo de que todos los humanos somos hermanos e igualmente hijos de Dios, fue la revolución más grande que han visto los siglos.

Aparte de esta idea fundamental, otras ideas de Cristo que el cristianismo ha conservado, fomentado y predicado a lo largo de dos mil años, son claves no solo para un buen entendimiento entre los humanos sino para la propia felicidad interna. “Amaos los unos a los otros”; “no hagas a otro lo que no quieres que te hagan a ti”; “yo no he venido a ser servido sino a servir”. Lo triste es que a estas ideas les hemos hecho muy poco caso y por ello la historia humana se resume en odios, abusos, injusticias, peleas, sufrimiento y una infinita secuencia de guerras y de muertos.

Otro gran favor que Cristo nos hizo, y que hemos comprendido solo a medias, pero que modernamente estamos más preparados para comprender, es el aviso de que en este mundo hay un ser invisible, muy inteligente pero muy malvado que, junto con otros de su especie, tiene un gran control sobre todos los acontecimientos. Es el mismo o los mismos malvados seres que los gnósticos llamaban Demiurgo y que en todas las religiones se llaman Malos Espíritus. Cristo le llamaba “Príncipe de este mundo” y luchaba contra él y lo expulsaba cuando lo veía poseyendo el espíritu y el cuerpo de algunas personas. San Pedro también nos habla de él y le llama “león rugiente” y san Pablo, corroborando las palabras de Jesús, le llamaba “dios de este mundo”, dándonos además el interesantísimo detalle de que “vive en las alturas”.

En nuestros días estos mismos seres se están presentando de una manera más descarada, adoptando formas más modernas, aunque los que se han interesado por investigar su presencia en nuestros cielos, se resisten a identificarlo con el “Príncipe de este mundo” del que Cristo hablaba y con el que luchaba cuando los veía ocupando y atormentando los cuerpos de sus contemporáneos. Pero son los mismos seres. Este es un tema enormemente importante a pesar de que la ciencia oficial no quiere reconocerlo porque se sale del campo del mundo exclusivamente material y físico en que ella se mueve. Abundo en ello en mis libros Teovnilogía e Iglesia !despierta!

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