Hay asesinos que están condenados
a la bárbara pena capital
porque su salvaje acción criminal
dejó a padres y hermanos consternados.
Y hay inocentes que son masacrados
porque algún matasanos amoral,
muy protegido por ley infernal,
los tiró a la basura destrozados.
Los asesinos están custodiados
en algún bien defendido penal;
los inocentes están encerrados
en un cálido vientre maternal.
Y aunque sea algo de todo desigual,
ambos seres han sido asesinados.