La izquierda no puede vivir sin odio.
Odia lo que se ve como normal,
pues como no cree en la ley natural
su historia es un triste y cruel episodio,
y su actuar, un largo monipodio
con las diabólicas fuerzas del mal.
A la diestra le tiene odio mortal
pues Marx es su guía y ángel custodio.
Pero el gran odio que tiene latente,
muy traidoramente disimulado,
y que para muchos es inconsciente,
es a las prédicas del crucificado.
Y en mantener este odio les ayuda
la tropa de los hijos de la viuda.