Lo de sor Aya terminó en sor presa:
le prendieron sus muchas ambiciones
y le sorprendieron las elecciones
de las que, por cierto, no salió ilesa.
Ella ya se sentía una princesa
muy dispuesta a seguir con sus traiciones,
pero muchos de sus conmilitones
se le fueron y la dejaron tiesa.
En el PP apareció un tal Pablo
que parece que tiene nueva meta,
aunque ya conocíamos el vocablo
porque es el que usa un rufián con coleta.
Pero aunque el nombre en los dos es igual,
la distancia entre ambos es abismal.