Nos hablaron de un Dios siempre enfadado
y con castigos después de la vida,
a pesar de que esta es ya muy sufrida.
En cualquier cosa Dios veía pecado.
El disfrutar estaba castigado,
la felicidad estaba prohibida,
y del infierno no tenían salida
los pobres que se hubiesen condenado.
¡Cuánto fanatismo y cuantos dislates!
¿Quién habrá sido el doctor sapientísimo
que se atrevió a calumniar al Altísimo
atribuyéndole tantos disparates?
Menos mal que Él tiene tremendo aguante
ante tanta teología delirante.