Gran Padre nuestro que estás en los cielos,
santificado sea siempre tu nombre,
y eso a pesar de que el mezquino hombre
lo tiene escondido tras de mil velos.
Pasamos la vida entre mil desvelos
tratando de ser alguien de renombre,
con una fortuna y fama que asombre
y que a nuestros vecinos les de celos.
Por conseguirlo trabajamos fuerte,
y cuando creemos que los hemos logrado
nos salen al paso, con desagrado,
la inesperada vejez y la muerte.
Desprecia tanta cosa pasajera
pues, tras la muerte, tu Padre te espera.