Se terminó, por fin, la astracanada
de aquella catalana independencia,
que fue tan solo un acto de demencia
que en fin de cuentas no sirvió de nada.
Fue una vergonzosa charlotada
y fue culminación de la indecencia
de aquel tres por ciento urdido a conciencia
por Mas, Don Jordi, y otra gente honrada.
Pero una vez terminado el jolgorio
de la catastrófica secesión,
la pobre y engañada población
tendrá que padecer el purgatorio
de la Colau y de su pelotón,
que hacen de Cataluña un velatorio.