Somos tramposos los mediterráneos;
lo heredamos de los fenicios
que hicieron por aquí mil estropicios
y los heredaron nuestros coetáneos.
El Gobierno y los alcaldes pedáneos
han continuado con los mismos vicios,
y aunque nos rindan algunos servicios
tienen la trampa incrustada en sus cráneos.
Los peores de todos son los helenos,
después de ellos vienen los italianos,
también tramposillos, pero algo menos;
les siguen en orden los lusitanos,
y cerramos la lista los hispanos
que en cuestión de trampas somos muy buenos.