Les robaron el instinto materno
y se niegan a tener que criar;
abandonaron corriendo el hogar
y ahora atienen la vida hecha un infierno.
No se emocionan ante un bebé tierno,
y al ver lo que tienen que trajinar
para poder al fin de mes cobrar,
me da tremenda pena y me consterno.
Antes, con los hogareños deberes,
se sentían despreciadas y presas,
y ahora en oficinas y talleres
son solo un número en las empresas.
Muy triste el sino el de una sociedad
donde se evita la maternidad.