Los consejeros de Caja Madrid
tuvieron un período muy grato
porque se autoasignaron muy buen trato
y empleaban un muy sutil ardid.
Durante un tiempo todo fue feliz
y pudieron robar con un buen Rato
que conocía todo el aparato
y no tenía nada de aprendiz.
Rato, Blesa y una tropa de jetas,
por pura cada dura e impunemente
se autoadjuducaron negras tarjetas
con las que robaban industrialmente.
Con una política socaliña
organizaron una rebatiña.