Salvador Freixedo

Al caer de la tarde escucho las campanas
y una tremenda angustia me aprieta el corazón,
pues desde muy profundo me brota la emoción
que duerme en mi memoria desde épocas lejanas.

He gastado mis fuerzas en tantas cosas vanas,
me ha robado mi tiempo tanta loca ilusión,
que ahora estoy obligado, a suplicar perdón
por lo que he derrochado en cosas tan livianas.

No me tienta el orgullo, hoy de nada presumo;
si algo hice algún día, el tiempo lo hizo trizas,
mis libros y aventuras se han convertido en humo,

y cuando Dios lo quiera, solo seré cenizas.
Por eso, una vez muerto, que me hagan lo que quieran,
porque en el otro lado mis amigos me esperan.

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