Al rico Felipe y a Alfonso Guerra
los vimos como cosa natural
muy compungidos en el funeral
ahora que a Suárez lo traga la tierra.
Con él actuaron de forma cencerra,
y su cara ahora tan ceremonial
esconde un cinismo descomunal
porque lo trataron de forma perra.
Ahora de muerto, mucha reverencia,
mucha alabanza solo de boquilla
pero de vivo mucha intransigencia,
y por la espalda, mucha zancadilla.
Esta intolerancia es la gran desgracia
en la farsa de nuestra democracia.