La muerte nos hace iguales a todos.
No respeta rangos ni jerarquías,
lo mismo se lleva a reyes y señorías
que sorprende a algunos cando están beodos.
Pensar en la muerte, causa incomodos
porque ensombrece muchas alegrías,
pues todos sabemos que nuestros días
van a terminarse de todos modos.
De jóvenes la vemos muy lejana
y nos portamos como badulaques.
pero de viejos la vemos cercana
y nos avisa con muchos achaques.
Mas no hace falta que suspiremos
porque cuando morimos, renacemos.