No sé si eres la Segunda Persona
de cierta Santísima Trinidad.
Eso supera mi capacidad,
pues mi mente es terrestre y muy ramplona.
Pero mi espíritu se conmociona
cuando medito sobre tu bondad
pues a pesar de nuestra gran maldad
tu corazón abierto, nos perdona.
Quiso matarte tu gran enemigo
y lo logró, pero resucitaste.
No pudo el Maligno acabar contigo,
y resucitado, lo derrotaste,
pues con tu sacrificio nos salvaste.
Más que redentor, eres un amigo.