Tengo mi Biblia que es el firmamento.
Ya cuando era muy niño la leía,
y al leerla muy feliz me sentía
igual que ahora mismo al verla me siento.
Viendo tantas estrellas, me lamento
que por la noche la humana jauría,
aturdida con tanta algarabía
no las mire ni siquiera un momento.
A esa hora miran otras estrellas
que se muestran en la televisión,
que aparentan ser muy finas y bellas,
pero que tienen espíritu ramplón,
porque lo cierto es que a gran parte de ellas
les falta inteligencia y corazón.