Nuestro solemne Tribunal de Cuentas
se ha convertido en tribunal de cuentos
que tiene a los políticos contentos
porque no dice nada de sus rentas,
ni de sus buenas nóminas exentas,
ni de sus jugosos emolumentos,
ni de sus trapicheos fraudulentos
ni de las contribuciones sangrientas.
El Tribunal de Cuentas desgraciado
sabe muy bien que en las Instituciones
hay cada día muchas infracciones.
Pero él siempre mira para otro lado.
y al fin de todo, las cuentas finales
son las serias mentiras oficiales.