En el mundo hay peste de progresismo
y el pueblo lo sigue muy obediente,
porque se ve muy mal al que disiente
o es tan audaz, que piensa por sí mismo.
Es progre renegar del cristianismo
y confesarse ateo impenitente,
y hay otra progresía más reciente
que es la filosofía del buenismo.
Nuestros políticos, todo bondad,
legislan con amor y comprensión,
y los jueces con gran facilidad
le dan al delincuente absolución.
Y al que haya robado poco en las Cajas
no lo condenan, o le hacen rebajas.